16 de julio de 2009

Café cortado

Todos los días tomábamos algo durante las pausas en el trabajo y, como había una máquina expendedora de bebidas calientes en el tercer piso, aprovechábamos de caminar un poco. En ese entonces casi no teníamos comodidades, por lo que descansar acompañado por un vaso de café era muy apreciado.

Así entonces, transcurrieron varios meses sin novedad en nuestra rutina, hasta el día en que alguien tuvo la idea de comentar la inauguración de un local de café con piernas en la vereda del frente:
- "¡Cabros!, ¿vieron el café nuevo?".
- "¿Cuál?, ¿ese que hicieron al frente pa' los viejos calientes de acá?".
- "Sí poh', ese... ¡podríamos ir a verlo!".
- "Pero a esos lugares van puros pervertidos".
- "Sí, en realidad...".
- "¡Igual vamos poh'!, si da lo mismo, porque nosotros no somos así... calientes... ¿cierto?".

Desde aquella conversación, la máquina que por tanto tiempo nos cobijó pasó a ser instantáneamente parte del pasado, mientras que las bebidas servidas por la guatoncita, la poto de goma y la Hermenegilda nos tuvieron al límite de sufrir una intoxicación por cafeína que, gracias a nuestros miserables presupuestos, no se concretó.

A medida que pasaba el tiempo íbamos incrementando la frecuencia de nuestras visitas al café y, aunque el propósito original era hacer pausas en el trabajo, comenzamos a ir a la hora de salida. Muchas veces encontramos el lugar repleto, pero éramos tan buenos clientes que esperábamos que alguien se fuera para ocupar su lugar, no obstante, llegó el día en que nadie salió y como no estábamos dispuestos a volver derrotados a nuestros hogares, decidimos buscar otro proveedor.

Después de caminar algunas cuadras encontramos un local que tenía un nombre bastante curioso y, aunque no lo recuerdo a estas alturas, me parece que tenía relación con temperaturas peligrosas para la salud humana o algo similar. Entramos en fila y, como no vimos nada extraño, hicimos nuestro acostumbrado pedido.

Fue así que nos encontrábamos apoyados en la barra, hasta que una de las muchachas que atendía se nos acercó portando una vasija con papelitos:
- "¡Shiquillos!, ¿quieren jugar a un juego?".
- "¿De qué se trata?".
- "¡Es un juego súper entretenido!. Un concurso con hartos premios que les van a gustar...".
- "No, gracias", respondimos al unísono, mientras nos mirábamos intrigados.

A continuación, el hombre que estaba a nuestro lado sacó uno de los papeles y temblando se lo entregó a la joven, quien después de algunas risas se sacó la parte superior del bikini y, sin más preámbulo, puso sus pechos en la boca del ganador.

Nuestro asombro era evidente, pero la expresión de gozo del sujeto lo era todavía más, al punto que se veía algo desesperado, por lo que después de algunos segundos tuvo que ser retirado casi a la fuerza de su premio.

Sin apuro la mujer se puso la prenda que le faltaba y retomó su juego con otro cliente, quien del mismo modo tomó un papel y se lo pasó. El concurso ya era bastante extraño, pero para nuestro desconcierto parecía que también estaba arreglado, ya que la recompensa siempre era la misma.

Nunca me he caracterizado por ser intolerante o escrupuloso, pero con tanta saliva y bigote mezclado terminé sintiendo algo de repulsión por el espectáculo brindado.

Ya no recuerdo si terminamos de tomar el café que tanto deseábamos, pero estoy seguro que la máquina, que equivocadamente despreciamos, al día siguiente volvió a ser nuestra compañera y, aunque a veces nos quitaba el dinero, no nos ofrecía premios que tarde o temprano nos harían perder el respeto por nosotros mismos.

Dedicado a Patricio Prado, Rodrigo Benavente y a mi ex-amigo Mike.

Nota: Creía que habíamos aprendido una lección valiosa que recordaríamos por el resto de nuestras vidas, pero la verdad es que no aprendimos nada y el arrepentimiento sólo nos duró una semana. Cuando volvimos al nuevo café ya no había concurso, pero en su reemplazo había un show que costaba mil pesos.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Mmm,, la verdad es que la mayoria pasa por 3 etapas con respecto a los cafè`s, 1.- Uuuu, còmo sera?, 2.- Es para viejos calientes y 3.- Al final uno se lo justifica y entra igual.

Manuel

Anónimo dijo...

Hay que ser muy califa!!!, sea como fuere, igual y siempre llegan. Ya sea por invitación, por el gusto por el café o simplemente por mirar que hay y que luego se vuelve rutina.
Esta buena la nota, pero creí que ibas a dar más detalles, después de lo que hablamos en miércoles, por un momento pensé que iba ser un poco más subida de tono. Pero está bien.
Un besote :-)
Jac

SherKno dijo...

Tienes que ser muy mentiroso para publicar eso....... Recuerda la muy renombrada "ruta del cafe".

:p


Atte
CS

Juan Varela Muñoz dijo...

Cristian,

Definitivamente la ruta del café merece ser registrada, pero lo expuesto es la verdad y nada más que la verdad.

Quizás omití un poco de información que no va al caso.

Saludos.

Katherupy dijo...

Me pregunto como estarán ahora la "guatoncita, la poto de goma y la Hermenegilda", y ¿Porque Hermenegilda?

Esta historia esta como chistosa, asquerosita, repulsiva, y linda.

Podría contar las historias que pasó con su buen amigo Plutiloki y la vez en que lo llevó a ver feuchitas.

Besitos y abrazos.

Dantilandia dijo...

Y donde esta el café cortado.....
¿Asi no es que se llama la historia ?
Mejor pongamosle otro nombre...a ver quien era el cortado el cafe o los mamones
Ja Ja Ja

Nota: Omitiste demasiada información...asco le da salta pal' lao, apuesto que llevas toallitas humedas Ja Ja Ja